miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sobre la Inversión Extranjera

Cuando el gran capital internacional se moviliza hacia un punto geográfico específico –previamente-, toma contacto con sus autoridades, promueve, pide y exige normas que les den facilidades y garantías que aseguren la rentabilidad de su inversión. Eso no tiene nada de malo, es natural. Como decimos la gente de pueblo: Nadie invierte para perder y si se invierte es para ganar aunque sea poquito.
 
La lógica de la economía -a nivel mundial-, nos ha llevado -hoy en día-, a que los pueblos y las naciones compitan entre sí -ofreciendo las mayores facilidades y otorgando las mayores garantías-, para lograr ser calificados como una “zona atractiva para los inversionistas internacionales”. Independientemente de nuestra voluntad, las cosas funcionan así.
 
No somos ni existe -en todo el planeta-, un país autosuficiente que no necesite del extranjero. Necesitamos capital, necesitamos tecnología, necesitamos mano de obra o necesitamos los productos que no tenemos, así de simple son las cosas. En ese contexto, es realmente penoso ver como algunos líderes expresan una especie de fobia contra lo extranjero y especialmente contra la inversión extranjera, culpándola de todos los males.
 
El problema no es el gran capital, el problema no es la inversión extranjera, el problema no es el inversionista internacional. El problema es cómo, en que giros y bajo que condiciones se negocia con ellos. En ese sentido, los gobiernos y los estados requieren -cada vez más- de funcionarios altamente especializados y altamente calificados en estos asuntos. En el Perú, deberíamos hacer un gran esfuerzo -para que los partidos políticos y las universidades pongan especial énfasis-, en la formación de los cuadros que necesitamos, para lograr negociaciones oportunas y saludables con estos inversionistas.
 
Ojalá así sea.

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